martes, febrero 21, 2012

240. Madrid - Valencia

O Valencia - Madrid. Esa suele ser la frecuente ruta vía AVE que solemos hacer Laura y yo cuando podemos y siempre resulta algo especial. Ver ahora paisajes urbanos tan cercanos cargados de cargas policiales y golpes desmedidos contra estudiantes causa estupor, pena y vergüenza.

Imagino que el cariz de los excesos de allí tendrá mucho que ver con este estallido. Al lado de Valencia, la Comunidad de Madrid parece modélica (salvo auditoría que demuestre lo contrario, lo cual no me extrañaría nada). Incluso Esperanza Aguirre sale beneficiada en comparación con el histriónico e inocentísimo Francisco Camps. Eso sí, sumadas las dos ciudades y el panorama en todo el país, no se me ocurre más que una palabra para definir la situación: ESPERPENTO (no en vano son muchas las voces que reclaman un Valle-Inclán para registrar esta comedia, farsa, vodevil o tragedia, según se mire).

La corrupción está extendida sobre la mayor parte de la población. No se explica si no los casos de políticos manchados por la lacra de la mano larga y los bolsillos llenos de modo nada edificante. En el fondo, si esta situación no es denunciable, juzgable y condenable, significa que la mayoría haríamos lo mismo en la misma situación, seamos crudamente sinceros. Si se sigue votando a políticos imputados no cabe otra respuesta, a no ser que seamos unos fanáticos o unos ignorantes. Anteponer unas siglas a la honestidad no es una elección demasiado acertada.

Ahora tratan de convencernos de que los estudiantes están siendo engañados por la izquierda (Rita Barberá), que hay una cruzada mediática contra la Comunidad Valenciana, que los manifestantes son violentos (Alberto Fabra, no confundir con el de las gafas de sol al que le salen billetes de lotería premiados por las mangas) o (y este se está llevando la palma últimamente, sólo superado por Wertgüenza) que los agredidos son los policías (Ruiz Gallardón)...

Así que mientras ayer llovían las hostias en cargas policiales desmedidas contra estudiantes (y vale, puede que también contra alumnos talluditos, contra no estudiantes sino antisistemas infiltrados siguiendo las sediciosas y pérfidas maniobras de la izquierda, por no hablar de contra un ciego que sale en las fotos y al que hasta le quitaban su bastón -y para más inri luego la web de Intereconomía interpretaba que el pobre hombre estaba agrediendo al policía-, como si cargar a porrazos contra estos fuera menos condenable) y las imágenes corrían como la pólvora por todo el mundo y por Internet (trending topic en twitter, casi todas las noticias en portada en menéame, al contrario que en los medios de comunicación tradicionales, para los que los sucesos de Valencia han sido una noticia más o sin más), hoy se buscan pretextos a todas luces inválidos y se trata de minimizar el papelón de Paula Sánchez de León, delegada del Gobierno de la Comunidad Valenciana, así como las bochornosas declaraciones de Antonio Moreno, Jefe Superior de Policía en Valencia tildando a los estudiantes de "enemigos", cuando la única salida digna y justa para ambos sería su inmediata dimisión.

Sería inútil valorar la importancia de unos incidentes lamentables que no tienen justificación alguna y que nos sitúan de nuevo a la cabeza de la República Bananera gracias a una violencia desatada (casi toda ella proveniente del sector con casco y petos acolchados) que nos retrotrae unas décadas al pasado. Pero da igual, puesto que a un cierto (y amplio) sector no le cuentes que los recortes han privado de calefacción o luz a los centros públicos para disfrutar en cambio de fastuosos aeropuertos en Villarreal o de unas deficitarias carreras de Fórmula 1 (Valles y Cumbres reseña estupendamente algunos de los otros muchos excesos), que eso no les provocará una honda indignación ni entenderán que la impotencia que se siente ante tantos desmanes puede llevarte a tratar de ocupar una acera a modo de protesta (porque pese a que el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, diga que los excesos los cometen los radicales, la realidad es bien distinta, porque ojo que no se ha quemado nada a pesar de los cánticos, ni se ha destrozado mobiliario o escaparate alguno).


Al tiempo, me pregunto qué ha faltado aquí, en Madrid, para que no prendiera la chispa de la indignación contra los recortes a la pública como en Valencia (o al menos en el Lluis Vives). Entre Valencia y Madrid median 350 kilómetros, sí, pero también mucho más. Si bien aquí no hemos llegado a necesitar mantas y no nos han cortado la luz, sí que nos racionan folios o fotocopias, sí que nos racanean en certámenes teatrales o sí que justifican Planes Reruerza como si no fueran lo que son, parches minúsculos para heridas del tamaño de una sandía. 

Pese a ser una de las comunidades a la cabeza de los recortes en lo público y de favorecimiento a los concertados, nuestros jóvenes alumnos madrileños no han explotado aún, como si aún no hubieran visto las orejas al lobo de la privatización y al aniquilamiento de lo Público, pero supongo que todo andará y llegará un momento en que también seremos Valencia y saldremos a la calle para protestar. Y tal vez volvamos a recibir respuestas contundentes y salvajes, y volvamos a oír sandeces justificándolas. Esperemos, eso sí, que entonces seamos más, y que no toleremos la represión como respuesta.

lunes, febrero 20, 2012

239. WebQuest "Poesía de la Generación del 27"

Para trabajar con un poco de más detenimiento la poesía del 27, os dejo esta WebQuest por si os sirve de algo:
WebQuest Poesía Generación del 27

lunes, febrero 13, 2012

238. ¿Y qué más?

El viaje a doble velocidad que se está produciendo no deja de causar(me) asombro. Se entiende que la minoría que goza de los privilegios quiera transmitir esa certidumbre del caos por culpa de la crisis económica para apretar las tuercas al sistema productivo del que se abastece. Si estuviéramos en su lugar y en vez de conseguir un 5% más de beneficios que el año anterior, tal vez haríamos lo mismo, considerando inaceptable ganar un (pongamos) 3% menos cuando las condiciones laborales pueden ser más y mejor explotadas.

Lo que no se entiende es el punto de vista de quien viaja en el carril más lento, por no hablar del carril contrario directamente. El despido es una barra libre, el improcedente queda desterrado de los diccionarios, el salario mínimo es paupérrimo (aunque aquí no se dice de igualarnos con Europa) y todavía hablan de recortar el derecho a huelga (Duran i Lleida). Pasa todo eso y en vez de levantarnos en armas y montar un cristo de la hostia, les damos la razón cayendo en la trampa en la que esa clase dirigente y pudiente nos ha metido, como si siguiéramos teniendo nosotros la culpa de los más de cinco millones de parados. 

Y no, no la tenemos, no intervenimos en esa despiadada cadena de montaje (salvo para sufrirla) donde somos la última e ínfima bisagra. Nosotros somos los perjudicados, los afectados, los parias. Mientras seguimos perdiendo trabajos, poder adquisitivo, derechos y dignidad, hay una serie de multimillonarios, de privilegiados, de próceres y de mandatarios de miras estrechas que no sólo no se ven afectados por la crisis que ellos mismos han provocado con sus desmanes y abusos (los que legitima esta sociedad capitalista), sino que suman y siguen.

En ese engranaje pérfido y malintencionado, los que somos más resulta que pesamos menos. Con lo que costó adquirir la conciencia obrera, parece que haya que renegar de ella porque lo dicte una parte de la izquierda que dejó de serlo hace tiempo, ese sector progre que destila (o atufa) izquierdismo obsoleto desde sus elevados sueldos y su conciencia sectaria de clase (cualquier cosa menos igualarse a la mayoría, por más que naden lejos de las piscinas de los oligarcas). Porque el sector de la derecha tiene bien clarita la hoja de ruta y ya sabemos a qué o quiénes responden.

Y ha llegado el momento de decir basta. De no creernos sus patrañas. De desmontar el chiringuito desde el que unos pocos se regodean con el beneplácito o con la connivencia de nuestra incompetente clase política, servil instrumento de esos pocos en vez de responder al interés de la mayoría. Hay que dejar de consentir y de justificar, hay que olvidarse de siglas de partidos y mirar por lo nuestro ya que ellos no lo hacen, pasándonos si hace falta por el forro de los ******* si es necesario las directrices que dictan Francia y Alemania. Porque lo nuestro no son prebendas para mediar por ningún yerno que quiere choricear a costa de la manga ancha que prodigan nuestras Administraciones; ni medrar a costa de ningún amiguete del alma para que nos regale trajes de forma inocente; ni dilapidar miles de millones de euros en obras faraónicas encubriendo dinero negro a espuertas; ni chulear a los contribuyentes robando dinero para sus chóferes, mayordomos, coches de alta gama, ipads e iphones (por no hablar de cocaína o putas); que no nos repartimos ni la mitad de la mitad de la... de las millonarias indemnizaciones o bonus de los bancos o cajas de ahorro... Que simplemente pedimos que no nos ninguneen y ahí entra en juego, por ejemplo, retomar la importancia de la educación.

Eso sí, otra opción en vez de la tan temida revolución y decir hasta aquí hemos llegado es la de resignarnos. En la línea de las medidas que se están adoptando, aplaudiremos declaraciones como las de fomentar el voluntariado, asumiremos como un maná la estafa de los Minijobs, consentiremos cada subida de sueldo del alcalde de turno financiada a base de despidos de funcionarios (ah, esos grises seres que se oscurecen tras unas tristes oposiciones, ignorando que términos como igualdad y mérito cayeron tiempo ha en favor del enchufismo y el pelotazo, tan típicamente españoles como los toros y olé), silenciaremos del todo a los sindicatos (cuya credibilidad sigue siendo menoscabada por quienes no cuestionan sin embargo a los que dominan la escala jerárquica, algo parecido a lo que sucede con los privilegiados y vilipendiados funcionarios) e incluso vitorearemos a quienes nos humillan. 

Propongo, pues, una vuelta al feudalismo, donde la nobleza de antaño sea sustituida por los jeques árabes petroleros, los capos de las mafias de drogas y de armas, los tiránicos mandamases de las grandes compañias que arrasan los recursos de la Tierra, los politicuchos venidos a más con cada vez menos (inglés, oratoria, incluso sintaxis). Restauremos incluso el derecho de pernada a cambio de lo que ahora no tenemos: un trabajo cuyos réditos vayan para ellos íntegramente y una puñetera casa donde caernos muertos sin temor a un desahucio. O, mejor, propongo volver al viejo sistema (es cierto eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor) de la esclavitud, que no sé por qué coño fue abolida. Y que nos pongan cadenas que nos recuerden su yugo y que nos marquen la piel a fuego por si nos vuelve a dar un peligroso brote de rebeldía.

jueves, febrero 09, 2012

237. Más textos de opinión para 2º de bachillerato

En la línea de seguir la actualidad (ver entrada Clases de espalda contra el mundo) y de contrarrestar en parte la borreguización/lobotomización a la que quieren someter a todos los ciudadanos, ahí van otros posibles textos para analizar en clase: QUERIDOS AYATOBISPOS PROGRESISTA EL CULO Por Encima de Las Posibilidades

domingo, febrero 05, 2012

236. ¡Menudo panorama!

No han pasado ni dos meses desde la victoria del PP en las elecciones generales por amplia mayoría. A pesar de que Mariano Rajoy vaticinaba que con su mera llegada arrastraría un efecto confianza en los mercados y en la sociedad en general y lograría frenar la sangría del paro en España, los datos hablan por sí mismos. 

De todos modos, supongo que los votantes del PP podrían preguntarse dónde está aquella promesa, "Lo primero es el empleo", puesto que hasta ahora de lo único que se ha preocupado el Gobierno es de acometer ajustes para frenar el déficit (ajustes que casi siempre recaen sobre la gran mayoría de los ciudadanos, y también sobre los funcionarios -especie aparte: imprescindible, por cierto, el artículo de Francisco J. Bastida-, pero bueno, yo soy un rojillo, como me dicen un par de alumnos de 2º de Bachillerato cuando ven que los comentarios de texto casi siempre son de El País, y estoy extremadamente politizado, como dice mi madre, que pese a eso me quiere) y, de paso, frenar el crecimiento económico español, por no hablar de recortar nuestra sociedad del bienestar (las últimas ocurrencias, que yo sepa: excluir la reproducción asistida y limitar la asistencia a los crónicos, "¿Tiene sentido que un enfermo crónico viva gratis del sistema?", se  pregunta la viceconsejera de Asistencia Sanitaria de la comunidad, siguiendo con esa línea ideológica tan propia y peligrosa de cifrarlo todo en términos económicos).

Y los votantes de izquierdas que permanecieron pasivos y se guardaron su voto hastiados con el PSOE (ni que no hubiera otras vías para la izquierda, empezando por el hecho de que el socialismo del PSOE hace tiempo que socializó con otras políticas menos sociales) tienen que estar tirándose de los pelos viendo cómo estamos volviendo a situaciones más propias de hace 50 años (léase la defensa a ultranza de los toros del inspirado e inefable Wert, la nueva ley del aborto del progresista Gallardón, aplaudida por el obispo de Córdoba -que, por cierto, dice que en la Escuela Pública incitamos a la fornicación, algo parecido a lo que  ya dijera el viscoso Juan Manuel de Prada-, la no culpabilidad de san Camps -desde aquí abogo por su canonización- o el juicio a Garzón por revisar las desapariciones durante el franquismo). 

O viendo cómo campea Ana (deja la) Botella a sus anchas por Madrid (no entiendo cómo cuándo el candidato que se ha elegido en las urnas deja el puesto porque es encausado o porque prefiere ser ministro no se vuelven a convocar elecciones: ¿no se puede considerar fraude electoral?) alumbrando brillantes ideas como la de que sean voluntarios los que cuiden centros públicos como las (inútiles, le faltó decir, ¿para qué queremos esas cosas con tapas y tantas letras?) bibliotecas (ya hay un actuable en la misma línea pidiendo que nuestra alcaldesa lo sea de forma voluntaria). En fin, para qué seguir, si cuatro ministros de Rajoy (y con esto queda dicho todo) son tertulianos de El gato al agua.

Leer la portada del Menéame se está convirtiendo en un ejercicio de terror más monstruoso que cualquier novela de Stephen King, con personajes de pesadilla como los ya citados, por no hablar de Cospedal, Esperanza Aguirre, Cristóbal gafapasta Montoro o la guinda made in Lehman Brothers de Luis de Guindos o Soraya Santamaría. Vaya párrafo más terrible me ha quedado, qué yuyu.

Antes hablaba de José Ignacio Wert (¿alguien comparte conmigo esa sensación de náusea que me produce ver su gesto agrio?) y a él vuelvo para cerrar la entrada. Con el nuevo Ministro de Educación, Cultura y Deporte parece que estamos ante la reedición de Esperanza Aguirre en su célebre etapa en el cargo. Cada vez que abre la boca sube el pan (y baja la credibilidad). O miente o mete la pata, y no sé cuál de las dos opciones es peor. 

Los errores o las falsedades del ministro se suceden (¿Quién asesora a Wert?, Nuevo gazapo de Wert) y, mientras tanto, ya hemos encontrado el quid de los problemas de la educación en nuestro país: la asignatura de Educación para la Ciudadanía, centro de todos los estériles debates. ¿Casualidad, o interesa no hablar de los parches malintencionados de pasar a un bachillerato de tres años puliéndose 4º de la ESO (todavía si se añadiese un curso más, se entendería) con el principal objetivo de meter la concertación también en bachillerato? Ya se intuía, pero la nueva reforma educativa será un parche y encima un parche ideológico, como bien se indica en esta carta del director. Y es que ojito con el Wert y su vinculación a la Fundación FAES.