lunes, agosto 10, 2009

156. Piezas de ocio (IV). Libros

Turno para los libros, un repaso a las lecturas que más me han gustado. Para ello, empezaré por la última, si consideramos una trilogía como un solo libro. Estoy hablando de la Trilogía de El Cairo, de Naguib Mahfuz, que consta de Entre palacios, Palacio del deseo y La azucarera, que abarcan un periodo de tiempo que va desde 1917 a 1944.



Se nos cuenta la historia de la familia Abd el-Gawwad, aunque tan importante como el devenir de sus integrantes se trata de disfrutar de las preciosas y detallistas descripciones de El Cairo, de su ambiente, de los pensamientos y sentimientos de sus personajes. A falta de completar la lectura del último volumen, tal vez la sensación de melancolía al ver los efectos del paso del tiempo enturbian un tanto ese retrato costumbrista de los barrios que aparecen. Conocemos aspectos de la cultura árabe, muchos positivos, algunos negativos como la intolerancia, el machismo y el fanatismo, encarnados en el padre, Ahmed (a quien se comprende mejor viendo la educación que él considera apropiada y cómo se le valora desde dentro y fuera de la familia) y también por parte de su sumisa y sometida esposa, Amina, quien sin embargo es la primera en defender su situación.

Grandes diferencias separan a los hijos de las hijas. Mientras que Aisha y Jadiga ven como única salida el matrimonio, Yasin, Fahmi y Kamal tienen la opción de los estudios. Este último, el más pequeño, representa la mirada pura e ingenua del niño y se echa en falta este encantador punto de vista en la segunda parte, pues ya cuenta con dieciesiete años y aunque se erige como protagonista de esta novela y sufrimos con él por su intenso e idealista enamoramiento hacia Aida, no es lo mismo.

Otra novela muy recomendable es El abrecartas, de Vicente Molina Foix. Novela construida a base de fragmentos, ya que así se pueden considerar las cartas que varios personajes se van cruzando a lo largo de un amplio periodo que empieza en 1926 con un entrañable amigo de la infancia de Federico García Lorca y termina en 1999, con un correo electrónico.

Por el tema (la Guerra Civil y la Posguerra) y un poco por el tono, me ha recordado a Los Girasoles Ciegos, de Méndez, aunque en El abrecartas el curso narrativo llega casi hasta nuestros días. Casi sin darnos cuenta, los lectores de esta novela somos en realidad unos curiosos e impertinentes lectores que, a través de un abrecartas, vamos repasando nuestra historia y conociendo interesantísimas anécdotas (¿todas reales? Sería interesantísimo una novela explicando el proceso creativo de la obra, al estilo de Javier Marías) tanto de personajes públicos (el citado Lorca, Aleixandre, Miguel Hernández, Teresa León...) como de entes de ficción, que establecen entre ellos una serie de relaciones epistolares de muy diverso tipo.

Un clásico de la literatura contemporánea, Conversación en la catedral, cautiva tal vez más por su engranaje estructural que por la historia de por sí (al menos al principio). Una simple conversación en el bar La Catedral entre dos viejos conocidos, Santiago Zavalita y el negro Ambrosio, da lugar a una reconstrucción a modo de puzzle con piezas en principio inconexas que dificultan mucho la lectura hasta que te das cuenta de que se superponen conversaciones de otros tiempos. Si bien el presente de la conversación con la que se abre la novela es el referente temporal, no hay diferencia alguna en los diferentes pasajes de años anteriores con otros personajes como don Fermín, Amalia, Hortensia, don Cayo... La emotividad y el pesimismo respecto a Perú se infiltran en cada página del magistal Vargas Llosa.

Por último, para acabar con las últimas lecturas (proseguiré con otras no tan recientes en próximas entradas), me queda hablar de Dientes de leche, de Ignacio Martínez de Pisón, que comparte rasgos con la trilogía de El Cairo porque también se nos narra la historia de una familia (en este caso la de los Cameroni); y con la de El abrecartas, ya que se sigue el devenir de la realidad española desde la Guerra Civil (aunque se queda en los años 80). Esta novela que se aposenta en un engranaje con apariencia decimonónica (es un relato lineal que abarca varias generaciones) esconde una gran habilidad para la emoción y la sensibilidad. Además, esa apariencia de sencillez narrativa no es tal, pues el procedimiento de avanzar un hecho y luego retomar el hilo durante todo el capítulo hasta llegar a lo planteado al principio me ha recordado la novela Cien años de soledad.

2 comentarios:

eduideas dijo...

Me apunto alguno de los títulos, justo vengo de escribir sobre sitios donde recomendar lecturas, puedes subirlas allí

Miss Hyde dijo...

Interesantes recomendaciones, tomo nota para lo que queda de verano.
Besitos.