Muchas veces, el proceso de las noticias en la prensa se rige por el efecto de impacto y no por el objetivo de transmitir objetivamente la realidad. Estoy pensando ahora mismo en el llamado "cuerno de África". En el mes de agosto, durante una semana, dos a lo máximo en aquellos pertinaces medios, se nos inundó de avisos sobre la urgente situación en la que se encontraban miles de personas que no tenían nada para comer. La sociedad se alarmó, se hizo de cruces, actuó en algunos casos y pasó página, olvidó. ¿Ya los somalíes han encontrado un abastecimiento que les impide seguir muriéndose de hambre? Sería de ingenuos pensarlo, pero lo cierto es que ya no es noticia. Porque las noticias no pueden repetirse. Porque la repetición mata el interés. La realidad está ahí, pero los focos han cambiado de sitio. Y el "cuerno de África" sigue pasando hambre, pero está a oscuras.
Viene todo esto a cuento del problema que ha movilizado a buena parte del profesorado. Dos meses se cumplen desde aquella reunión en el Beatriz Galindo, el 31 de agosto, que viene a ser el punto de partida de las protestas de los docentes ante el (enésimo) ataque de la Consejería de la Comunidad de Madrid contra la escuela pública.
Dos meses en los que se han visto cosas inauditas: después de muchos años, un colectivo que acostumbra a mirar por sus intereses y practicar compartimentos-estanco (una cosa es el funcionario con plaza, otra el de expectativa, el interino ya ni te cuento...; los problemas que me afectan a mí -faltas de ortografía, el poco afán lector...-, al de matemáticas se la suda; el tutor se las ve y se las desea para conseguir información del resto de profesores de su grupo para llevarles información a los padres...) ha hecho un casi unánime movimiento reivindicativo en el que por fin se proclamaba el orgullo por ser docente, tomando un color, el verde, como símbolo de esta lucha.
Después de muchos años, temas educativos volvían a las portadas de los telediarios, a las primeras planas de la prensa, a ocupar espacios amplios en la radio. Se consiguió desmentir las mentiras de nuestras dirigentes, que (recordemos, porque no sólo tendemos a pasar página, sino también a olvidar) nos vilipendiaron como pocas veces se ha visto. Dejó de hablarse de las 20 horas para incidir en la sistemática demolición de un sistema público, de un estado de bienestar, de igualdad y de inclusión que va dejando paso a un estado de privilegios, enchufismos en el que el que tiene dinero puede y el que no, que se fastidie. Hasta seis huelgas se han llevado a cabo con un número muy significativo (aunque decreciente) que las han seguido. Más de la mitad del profesorado han ejercido su derecho a huelga para detener las instrucciones de curso, para frenar esa política de favorecer descarada y abusivamente a la privada y la concertada. Ingeniosos encierros, manifestaciones masivas y marchas multitudinarias se han llevado a cabo y pese a las repercusiones, incluso internacionales, se nos ha ignorado.
Porque esa es la táctica, hacer oídos sordos. Han aguantado el chaparrón, han asistido nerviosas a la presión que les hemos ejercido, han respondido con respuestas vagas, tramposas y equidistantes, han proclamado y defendido su modelo de conciertos (en Ventanas del Falcón se hace referencia al programa electoral) y se han escondido. Ni negociaciones, ni rectificaciones. Por más cercanía con el 20-N, están convencidas de ese modelo educativo donde la pública cumple el mero trámite de recoger lo que privados y concertados no aceptan. Saben que lo peor ha pasado y que la reiteración de nuestras protestas difícilmente encontrará eco en los medios de comunicación porque suena a repetido y a desgastado. Por ahí poco podemos esperar.
Sin embargo, lo que no debemos es resquebrajarnos. En esa táctica de oídos sordos, cuentan con aburrirnos y rendirnos (y lo están consiguiendo). Cuentan con que nos tiremos piedras unos a otros: que si yo he pedido tres días y el único día que me ofrecen los sindicatos vendidos no me vale para nada, que si CGT nos ampara esos tres días (un 20%, aproximadamente, según datos suyos, secundaron esa huelga fantasma, pero no se les pide responsabilidades y el núcleo duro se satisface con ese fracaso) y la Asociación de interinos ha proclamado la huelga indefinida; y, en el polo opuesto, los que se han descolgado, los que nos preguntan si creemos que vamos a conseguir algo, los que dicen que estamos perjudicando a nuestros alumnos con tanta huelga...
La solución se antoja complicada, pero nos asiste el derecho e incluso la obligación de defender la educación pública. Está claro que nos toca caminar con las luces apagadas y el foco apuntando a otras partes, pero cruzarnos de brazos o mirar hacia otro lado lo único que conllevará es que el curso que viene no sean 20 horas, sino 22 como en Castilla la Mancha, entre otras muchos recortes que se seguirán promoviendo. El panorama que nos espera es tenebroso (y no precisamente por la falta de focos): Educación prevé 1.190 docentes menos para 4.313 alumnos de instituto más, ¡ya está anunciado, luego no digan que no se lo esperaban! Señores, ajústensen los cinturones y adopten posturas poco edificantes con el trasero en pompa, que esto no ha hecho más que comenzar (les podríamos decir a aquellos compañeros que parece que esto no va con ellos).
La gran parte de la sociedad puede mirar hacia otra parte y negar la realidad de que sanidad y educación dejarán de ser gratuitas mientras se distraen con el Madrid y el Barça, con la Esteban y la baronesa al ritmo pendenciero de las cuadrillas del corazón; el sector privilegiado (CEOE, CEIM) puede seguir jaleando esas medidas represoras del derecho a la huelga (pincha aquí) y facilitando los despidos y la precariedad para que puedan seguir con sus stock-options y las millonarias indemnizaciones en los bancos (hay que leer el artículo de opinión de Javier Marías, ¿Qué me están comprando?) donde no nos concederán hipotecas o nos exigirán hasta el último céntimo, pero no negarán que les inyecten dinero de todos nosotros; los políticos seguirán con sus condiciones privilegiadas a cambio de llevarnos a la ruina, ofreciéndonos palabrería hueca y programas retóricos (en Un padre en la ESO se recopilan dichos programas); en cambio, nosotros debemos adoptar la voz crítica, advertir de los peligros que nos esperan y no resignarnos a retroceder 20 años en cuestiones sociales. Se trata de ahora o nunca.
Motivos no nos faltan: han expedientado (¡e incluso detenido!) compañeros, convivimos con horarios ilegales (modelos de recursos de alzada, aquí), dicen que somos vagos, privilegiados y que perjudicamos a nuestros alumnos (los mismos que, en su programa vuelven a recaer en lo de que "El elemento central para garantizar un sistema educativo de calidad es el profesorado, cuyo prestigio y autoridad se han visto socavados en el modelo actual", aunque no dicen que quienes socavan son precisamente miembros de su partido), segregan alumnos porque piensan que la excelencia tiene que ser extraída de la mediocridad, siguen favoreciendo a la privada trasvasando todos esos ahorros que practican con la pública... La rutina y el desgaste y los focos apagados serán nuestros acompañantes, pero al menos deberíamos guiarnos por esa luz verde.
2 comentarios:
Hace ya muchos años, el inolvidable Pierre Bourdieu analizaba del funcionamiento de la televisión -como építome de los medios de comunicación- y cómo se había convertido en un medio más de la sociedad del espectáculo (que ya anunció muy bien Debord), en un momento que en el que era evidente que más que de información había pasado a ser un medio de formación e incluso de desinformación. Y ponía un ejemplo estupendo: Bernard-Henry Levy había estado un semana en un país del norte de África(no recuerdo bien si era Libia, Argel, Túnez o Marruecos) y había escrito un artículo ensalzando la vida en él. Bourdieu y sus muchos colaboradores se llevaron las manos a la cabeza, porque en las líneas que describían al país (que, por supuesto, Levy había visto desde los más lujosos hoteles y con viajes de cinco estrellas) estaba a punto de echar por tierra los años que habían dedicado el sociólogo francés y tantos otros a demostrar lo tiránico del régimen de esa nación.
Por otra parte, el mismo Bourdieu hacía hincapié en cómo la televisión se cebaba en las noticias más catastróficas posibles, de manera que la gente pensara aquello de "Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy", en lugar de plantearse, por una parte, cuántas de esas calamidades no eran producidas por los propios seres humanos y, por otra, qué podemos hacer por evitarlas. Eso por no hablar del hecho de que no se mencionaran nunca las buenas noticias, que también las había, lógicamente.
Pero no había que irse a otros países: pocos meses después de la llamada Guerra del Golfo -y estoy hablando de hace viente años-, en una minúscula noticia se podía leer que en la misma habían muerto ya unos doscientos cincuenta mil civiles. No hubo seguimiento de esa noticia en ningún periódico durante meses; debe ser que como se supone que todos apoyábamos esa guerra, que contaba incluso con el beneplácito de la ONU, no había que sembrar la duda y la sensación de que algo se podía haber hecho mal.
En definitiva, menos mal que nos quedan las redes sociales, los móviles y hasta las cámaras de fotos, lo que permite que tengamos información de primera mano por parte de los mismos testigos; y si no, que se lo pregunten al bueno de Fernando López, al que hay que remitirse siempre que nos tachan de agredeperegrinos, puesto que él narró muy bien lo que pasó en aquel famoso encontronazo, y dista bastante de lo que interesa contar a quienes gobiernan esta comunidad autónoma.
Gracias a toda esa gente que con sus blogs, sus fotos, sus ideas y tanta ilusión y esfuerzo nos están dando las noticias de lo que realmente está pasando, y que no es lo que muchos medios se empeñan en afirmar.
Efectivamente, la prensa tiene unos intereses bien marcados y por suerte contamos con otros medios de comunicación que, aunque más limitados y de menor alcance, nos ayudan a distinguir lo que es verdad de lo que no lo es, por lo que es tan importante que consigamos formar una red de información.
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