Tres semanas de curso son suficiente como para comprobar los efectos de los recortes. Aunque pueda sonar herético que los profesores nos quejemos de nuestros horarios, lo cierto es que el incremento a 30 horas de permanencia ha vuelto a suponer una carga más que se añade a la subida del curso pasado de las 18 horas a las 20. Los huecos que antes posibilitaban preparar alguna clase, efectuar alguna corrección, descansar después de dos o tres periodos lectivos, ya no existen. Dar cinco clases seguidas es posible, como también sumar dos guardias y tener hasta siete periodos juntos en una sola mañana. En vez de tres semanas desde el inicio parece que llevemos dos meses. Entras y sales de la sala de profesores y vas a una clase, a otra, a una guardia, a otra, sin apenas respiro. Por las tardes, piensas en que con una hora y diez minutos para alcanzar la cifra mágica de las 37,5 horas laborales establecidas para los funcionarios no hay ni para empezar y sobrepasarlas es caer en una trampa en la que la vocación y nuestra profesionalidad nos depara una notable paradoja.
Porque la vida de un profesor es muy fácil. Esa frase te la puede comentar algún compañero, de esos a los que nunca ves con un libro en la mano ni preparando ninguna clase, de esos que cuando salen del instituto terminan su jornada laboral, de esos que dan mala fama al gremio porque se jactan de lo bien que viven y de lo poco que trabajan. Y, como piensan que todos son como él (o ella), decide que sus hijos irán a un colegio concertado o privado, no vaya a ser que se encuentren a alguien como ellos. ¿Hay alguna diferencia entre el profesor que cumple con su trabajo y el que se escaquea o imparte la misma clase que hace veinte años o improvisa sobre la marcha? Ninguna. ¿Eso va a cambiar con la nueva ley, esa cachonda ley que tiene entre sus siglas la 'C' de 'Calidad'? Dejemos la pregunta como retórica y no hablemos del servicio de inspección...
Cada año vemos cómo nuestras condiciones laborales van empeorando, a casi el mismo ritmo que nuestra nómina y que las condiciones de la Educación Pública. Hemos iniciado, no obstante, una empecinada marcha hacia adelante, como si fingir que no pasa nada y como si aguantar hasta que escampe nos traerá alguna solución.
Esto no ha hecho más que empezar, y cuando se ponga en vigor la nueva ley, veremos más (y peores) consecuencias. No solo es que se eliminen asignaturas (como muy acertadamente reflexiona Fernando o Eduideas) o que se empecinen en segregar (véase en Valles y Cumbres) y encima convenciéndonos de que si mi nene no está al lado del magrebí de turno será mucho mejor, como mejor es la escuela con bilingüismo, como mejor es el Bachillerato de la excelencia.
¿Qué hacer? ¿Seguir ignorando a ese 70% (tirando por lo bajo) de profesorado que ni secunda huelgas ni acude a manifestaciones y chuparte las tropecientas movilizaciones semanales con el escudo infatigable delante de los ojos? ¿Seguir quemándote viendo cómo el paisaje de camisetas verdes escasea cada vez más? ¿Seguir impugnando horarios ilegales para que en diciembre cambien las leyes y te dejen con el culo al aire y la expresión de estupidez en el rostro?
Se trata de participar o no en una respuesta frente a todas estas agresiones, en extender un modelo de sociedad injusta, clasista e insolidaria o ponerle freno. Sucumbir al fatalismo o aferrarse al clavo ardiendo de la utopía en la que un ejemplo positivo redundará en una reacción por parte de los demás profesores que están sufriendo los mismos retrocesos. Se trata de buscar salidas en un callejón que no tiene escapatorias.
Es difícil no sucumbir al desánimo de ver lo que te rodea. Buena prueba somos el colectivo del profesorado, un sector en teoría preparado, formado y cultivado que no ejerce su labor crítica ni salvaguarda algo que debería ser intocable. Si los profesores, con una carrera a sus espaldas, con el presupuesto de la cultura sobre sus hombros, no suponen ninguna diferencia con el acrítico y pasota ciudadano que pese a lo que está viendo sigue votando al PP (en Galicia sorprendentemente parece que van rumbo a la mayoría absoluta) o con el pasivo e indiferente estudiante de universidad que ha tenido que pagar casi el doble de lo que pagaba y se encoge de hombros y se enchufa sus cascos a los tímpanos, entonces la sociedad está preparada a cualquier rescate externo, a cualquier recorte reprobable, a cualquier medida opresora que justifique cargas policiales y declaraciones inadmisibles de un político, a cualquier corruptela diaria, a cualquier ley retrógrada, a cualquier populismo barato, a cualquier retórica contumaz y hueca. A cualquier locura.
7 comentarios:
Totalmente de acuerdo, este curso está siendo duro y lo peor es que nos acostumbraremos, seguiremos (algunos haciendo de más, otros protestando y la gran mayoría no haciendo nada) hasta que nos pongan el nuevo yugo lomciano: más protestas, indignación pero cero cambios reales y venga, a por más. Sorprende la pasividad intelectual de nuestro colectivo, especialmente cuando luego ves a tantos docentes desbordados.
Ayer mismo, día del docente, reflexionaba sobre ello y me parecía curioso que no hubiese explotado todavía la violencia en ningún centro. Las caras de los profes al finalizar el día son un poema, pero de miedo. Los jóvenes detectan que estamos sobrepasados y tratan de tensar aún más la cuerda. No sé cómo acabará, pero seguro que mal.
¿No contempláis convocar una huelga?
Como los profesores de Chicago.
¡Ufff, qué razón tienes! Un abrazo, compañero.
eduideas: y qué poquito falta para que el punto de no retorno (si no ha llegado ya) sea irreversible. Ya ha dejado de sorprender esa pasividad intelectual, por cierto.
Toni: me ha encantado tu reflexión. Una jornada de docencia perfectamente explicada, sobre todo hacia aquellos que hablan de nuestra situación privilegiada.
Anónimo: para convocar una huelga hace falta unidad. Ese concepto no lo entiende una gran parte de nuestros compañeros.
amelche: otro abrazo. Al final, lo único que nos queda a los que nos importa la educación pública es darnos ánimos...
Hola estoy totalmente de acuerdo, y no sólo todo lo que aquí se argumenta sino también la mala imagen que el gobierno nos está dando, hace un par de semana mientras me preparaba para irme al instituto en una entrevista que se llevó a cabo en los Desayunos de la 1 al Sr. Wert, éste hizo el siguiente comentario dirigiéndose a la peridista - Porque estos profesores no son como los que a usted ni a mi nos dieron clase, no tienen nada que ver (con un tono un tanto despectivo)- Evidentemente, no tenemos que ver, la sociedad ha cambiado muchísimo, y para que usted vea, son en los Claustros más antiguos donde hay una gran mayoría del profesores que no quieren cambiar ni en su metodología, ni en su dinámica, y no digamos hacerles coger un PC, o exigirles a dar las clases en otro idioma y tantas y tantas cosas...
JUMASAME: evidentemente, por suerte no son los mismos profesores que dieron clase a este sujeto que padecemos como ministro, por más que él propugne un retroceso a los años donde estuvo en clase...
Publicar un comentario