La nueva ley que nos asoma hacia el abismo de la desaparición de la escuela pública sigue adelante y los claustros seguimos de espaldas a esta realidad que nos hará precipitarnos hacia una colisión inevitable. Sin embargo, estamos anestesiados, paralizados, impasibles y es difícil explicar por qué es así, por qué no defendemos un modelo de educación necesario para una sociedad justa o por qué no defendemos unas mejores condiciones para desarrollar nuestro trabajo.
Vemos a nuestro alrededor movilizaciones en otras comunidades y los que estamos un poco más al día de todo aquel follón que supuso la Marea Verde el curso pasado pensamos con tristeza que ya llegarán a nuestra situación, situación en la que no hay esperanza ni motivos para creer que se pueda cambiar esta realidad. Y esperamos que la Marea Blanca no sea inasequible al desaliento o a la desunión y consigan lo que nosotros no hemos sido capaces, no rendirse y forzar una negociación. Y esperamos que consigan revocar todas las mentiras gubernamentales (como que la privatización es más barata o que no se van a dejar de prestar servicios) y que venzan todas aquellas opiniones críticas de sectores poco (o mal) informados que cargan contra los huelguistas, como si fueran ellos y no los gobernantes los que les impiden su acceso a la sanidad pública o fuese el personal sanitario el culpable de la merma del servicio público (servicio que si no desaparecería más pronto que tarde).
El caso es, volviendo a nuestro territorio educativo, que cada vez hay menos fuerza y menos oposición a lo que nos espera. El jueves se repitieron las marchas y varios medios incidieron en que la protesta da signos de fatiga. Y es algo incomprensible, porque la LOMCE asusta (ver las 14 claves de la reforma educativa), el empeoramiento de nuestras condiciones laborales es evidente, llegamos a diciembre sin paga extra, se nos comunica que desaparecerán centros públicos (mientras que las condiciones para los concertados son totalmente distintas y menos exigentes) y no pasa nada. Hacemos un claustro para informar las novedades de las fusiones (totalmente arbitrarias y sin estudios serios detrás) y en el turno de ruegos y preguntas solo una profesora de inglés que está de paso pide una votación para ver el posicionamiento del claustro y si es posible algún tipo de plataforma para organizar una respuesta. Y llega la (relativa) sorpresa de que de los casi 90 miembros claustrales solo 35 están en contra y unos 25 se abstienen (el resto ni está). Lo peor es que creo que esta indiferencia es extensible a gran parte del profesorado.
Las huelgas no sirven de nada, las manifestaciones (que se multiplican como setas con la lluvia y dispersan) tampoco, otras medidas no son contempladas y cualquier propuesta para intentar revertir la situación ya ni es escuchada, de modo que la única salida posible es dejarse llevar, agachar la cabeza, cerrar los ojos y dar un pasito hacia delante, donde ya no hay suelo que pisar.
1 comentario:
Y no sé vosotros, pero nosotros ni siquiera hemos cobrado. Ni extra, ni sueldo, ni nada. Allá para el día 2 de enero a ver si se dignan a pagar o nos dejan como a las farmacias, sin cobrar. Ya veremos...
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