A
punto de entrar en el mes de las vacaciones por excelencia, conviene no
desconectar del todo e ir pensando en la vuelta. ¿Qué hacer en
septiembre? ¿No comenzar el curso, mantener la estrategia del curso
pasado, llena de huelgas puntuales y manifestaciones, concentraciones y
similares día sí y día casi también? ¿O nos sumamos a la convocatoria de
huelga indefinida que sostiene el sindicato CGT y que cuenta con el apoyo de la Plataforma de Interinos y Soy Pública, entre otros?
Sin
duda, motivos para una movilización importante, hay de sobra. Los
recortes vergonzantes en Educación, que suponen despidos masivos de
profesores (sobre todo de interinos) y una merma en la calidad educativa
(por mucho que digan), van parejos a la progresiva y ascendente
financiación de la escuela concertada, como pasa ahora en Extremadura
y llevamos tiempo denunciando en Madrid, donde ir a un centro privado o
concertado desgrava. Por no hablar de la subida de tasas
universitarias, en escuelas infantiles y ciclos superiores de Formación
Profesional y la eliminación de las becas. Vamos de camino a la escuela
de los años cincuenta, con aulas masificadas, con el rezo del rosario al
empezar el día, con la comida traída de casa (vía tupper)
y con alumnos pertenecientes a las clases altas que podrán costearse
una posición privilegiada para pasar las reválidas, mientras que la
inmensa mayoría de la población irá quedando relegada del sistema
educativo. Los alumnos con necesidades especiales se pueden ir
preparando. Por ejemplo, los niños autistas.
Nos bajan el sueldo y nos suben las
horas. Ningunean a los profesores. Sufrimos al peor ministro de la
historia de la Democracia, la Wertgüenza nacional. La Escuela Pública
sufre el acoso y derribo de las ansias privatizadoras, que quieren
meternos a irlandeses sin pasar por oposición o grupos dirigidos por
familiares de los que mangonean, como si no tuvieran suficiente con el
indecente reparto de puestos demasiado bien pagados. Está claro que hay
que hacer algo y lo antes posible, que cruzarse de brazos como solemos
acostumbrar es una postura que raya en la irresponsabilidad, pero ¿cuál
es la postura que debemos tomar?
No hay que olvidar que nos
inscribimos en el marco de una crisis que amenaza con un rescate (otro
más) a nivel europeo, con un Gobierno inmisericorde con las clases
medias y con la sociedad del bienestar, por lo que la ciudadanía al
completo, no solo en Educación, debería responder ante estos ataques,
que, no lo olvidemos, sufren sobre todo los más débiles, como los niños (Elvira Lindo lo señala en su Don de gentes).
Y no sólo hablamos de subidas del IVA, de promesas electorales
incumplidas o de una deriva política que se demuestra en la doble moral
de exigir esfuerzos y no llevarlos a cabo ellos mismos (como pasa con el
escándalo de las dietas de alojamiento).
Además, el moroso Gallardón (ha dejado tal deuda en el (h)ay-untamiento
de Madrid que solo podemos beber para olvidar, aunque ni eso, que nos
sabe mal la Botella) quiere sacar una ley antediluviana contra el aborto y pretenden una reforma electoral que favorezca sus injustas mayorías cuando lo que tenían que hacer es dimitir y convocar nuevas elecciones.
Por
tanto, la respuesta no puede reducirse sectorialmente, sino que tiene
que venir de la mano de toda la ciudadanía, como bien apuntaban en Valles y Cumbres.
No es momento para extremismos (solo secundados por minorías) ni luchas
parciales segmentadas por gremios, sino de arrimar el hombro y luchar
de forma global, unitaria y estatal, por lo que la opción de la huelga
general (o huelgas generales) es la que más me convence de cara a
septiembre. ¿Tú qué piensas?
1 comentario:
Lo primero, gracias por las referencias. En cuanto a la huelga indefinida, es necesario aprender del curso pasado y comprobar que no cambió casi nada tras 9 meses de intensa lucha sectorial. Es hora de coger carrerilla, unirse e ir a por todas: tenemos un mes para informar, concienciar y prepararlo todo concienzudamente. Ya está bien.
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