domingo, octubre 28, 2012

El Roto de la educación

¿Quién mejor que el Premio de Ilustración 2012 para representar la deriva educativa? Estas son algunas de sus viñetas alusivas a la educación desde el inicio del curso (septiembre).


Arriba, tenemos a los beneficiados por la LOMCE. Abajo, el lema no escrito de nuestros dirigentes políticos cuando reflexionan sobre la educación.


Así estamos y estaremos en clase...


Menos mal que nos quedarán las asignaturas importantes.


¿No nos importa el futuro de nuestros jóvenes principitos?


¿Ni cómo queda dividida la sociedad?


domingo, octubre 21, 2012

La estupidez de Wert no aumenta, se flexibiliza

El Ministro de Educación, José Ignacio Wert, cargó contra los padres que se sumaron a una huelga "radical". Y es que estamos exagerando la realidad de los recortes, vaya. Por eso nuestro ilustre mandatario remató con otra antológica perla: pasar en primaria de 27 niños por aula a 30, y de 30 a 36 en secundaria obligatoria no es subir la cifra de alumnos por clase, sino "flexibilizarla en un 20%". Además, según él, "Los estudios de la OCDE dicen que se pierde eficacia solo a partir de grupos de más de 45 o 50 alumnos" (lo que no ha aclarado es si esa OCDE es la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos o la Organización Capaz Deinventarse Estupideces).

En esa misma entrevista dijo que "no es cierto que se hayan disminuido las becas", a pesar de que el presupuesto destinado a becas ha descendido en 185 millones. En fin, que es indudable que la estupidez de Wert no aumenta, se flexibiliza, pero en porcentaje superior al 20%. Y eso que muchos se empeñan en recordar que este tío es brillante. Será de estos casos de estupidez destinada a aquellos que se creen dotados de una inteligencia superior, la estupidez más peligrosa de todas, como se está empeñando en constatar este sujeto.

Lo malo es que la sociedad está flexibilizando demasiado la tolerancia a un sistema social totalmente injusto que nos lleva de cabeza a la desigualdad social. Ya no se trata de defender algo por lo que se ha luchado durante décadas, una Educación de todos y para todos, sino que vamos más allá. Parece que no preocupa que los ricos sean cada vez más ricos, que eso no sea un problema y que se justifique con la pasividad el establecimiento de esta injusta sociedad en la que el que tenga la suerte de caer del lado del pudiente podrá vivir magníficamente y el que no la tenga se tendrá que resignar a mantener esta situación y conformarse con el bodrio que volverá a repartirse en la puerta trasera de catedrales y conventos (Manuel Vicent magníficamente dixit).

Mi estupidez también debe de estar flexibilizándose porque no entiendo cómo una minoría de la humanidad puede imponer semejantes desatinos mientras que la mayoría se deja, movidos por la indiferencia y la resignación. En países como el nuestro, democráticos en teoría, donde podemos ejercer un veto (aunque muy reducido gracias a la alergia a los referéndums) a los partidos que nos someten a medidas que  cargan contra las clases medias y bajas y permiten que los poderosos puedan escaquearse de pagar impuestos y que fomentan el enchufismo más despreciable, les seguimos votando en masa.

Y es que en el fondo no nos damos cuenta de la magnitud del desastre. Seguimos pensando que esta crisis pasará, que estos recortes aflojarán, que ni nos va ni nos viene lo que decidan arriba, que hacer huelgas o acudir a manifestaciones es un engorro innecesario que no va a cambiar nada, que la cosa no está tan fea. Hay una mayoría impermeable a recibir información que no sea la que les proporciona el Hola, el As, el Marca, la tertulia verdulera del programa de corazón de turno. El viernes, volviendo en autobús del instituto, escuchaba hablar a tres estudiantes universitarios. Durante el trayecto de media hora ni mencionaron una sola vez algo sobre estos tres días de movilizaciones. Qué va. Hablaban del pedo que se iban a pillar, del botellón al que iban a acudir, de las fotos que iban a subir al Tuenti, de que el Atleti era un sentimiento, de Gandía Shore. De las cosas realmente importantes, vaya.

domingo, octubre 14, 2012

La indecencia de la docencia

Este hueco saldrá muy rentable si es por enfermedad
Es indecente ser docente, le falta decir a nuestro ministro Voy-a-españolizarte-Wert. Es indecente, por ejemplo, que nos pongamos malos y sigamos cobrando. Al parecer, a partir de mañana, día 15 de octubre, las bajas de 1 a 3 días supondrán un descuento del 50% de la nómina. Más de 3 días, 25% más. Si tienes la fatalidad de enfermar de gravedad y superas los 90 días de baja, te reducen la nómina al sueldo base. Es decir, que para luchar contra el absentismo laboral, en vez de recurrir a los mecanismos que deberían regular el fraude entre aquellos que injustificadamenet faltan, a través del servicio de inspección (que por lo visto está más pendiente de revisar los horarios de los profesores para que cumplan las 30 horas), tiran por el camino de las sanciones. Argumentarán que persiguen acabar con el absentismo, pero queda claro que el espíritu de la medida es recaudatorio, económico e injusto. Una vez más.

Con esta medida se fomenta el ir al centro de trabajo como sea. El caso es estar en tu puesto tus 30 horas lectivas. Da igual cómo, el caso es estar. ¿Que es con gotero, o tiritando, o con alucinaciones por la fiebre, o con la palangana a mano para evacuar con celeridad? Pues que sea, pero qué es ese privilegio indecente de enfermar, por favor.

También es indecente tratar de educar, por eso quieren quitar las asignaturas que hagan pensar (ética, educación para la ciudadanía, cultura clásica) y fomentan las que consiguen adoctrinar (de ahí no mueve nadie a la religión). Y más indecente aún es exigir una educación gratuita, que le sale carísimo al Estado, con lo rentables que son los concertados (lo malo es cuando eso lo dicen las familias, como si a ellos les saliese más barato dicho concertado). 

El caso es que año tras año el presupuesto en educación baja (con el agravante de que nos quieren vender que se ha invertido demasiado dinero para resultados muy pobres y que no hay correlación entre el fracaso y la merma presupuestaria), situándonos a la cola del mundo desarrollado. La ciudadanía no le pone freno ni pone el grito en el cielo, quizá, entre otros motivos, porque la prensa no hace demasiado hincapié en todo lo que se está perdiendo (muy interesante, por cierto, este artículo en La Vanguardia sobre el coeficiente de Gini, un dato mucho más aterrador que la prima de riesgo, pues "mide el nivel de desigualdad en la sociedad" y en España ha subido 2,7 puntos en cinco años, cuando este indicador se mueve en centésimas durante décadas). Pasa lo mismo con el informe PISA. En una entrada de Soy Pública se dice que "los profesores españoles son los que más horas de formación realizan de forma voluntaria y los que más y mejor absorben las diferencias sociales de la zona en la que se inserta en centro educativo". Pero se ve que tampoco interesa difundirlo.

Eso sí, por fin, parece que los padres se ponen las pilas. Imagino que la acumulación de despropósitos (subidas inasumibles de tasas; despido de profesorado cuando incrementa el número de alumnos; eliminación de becas para colar sistemas de préstamos indecentes que no dan ni para diez familias necesitadas, a orden de tres libros por niño; desgravaciones fiscales si estás en cole privado o concertado; sustituciones regateadas como en un mercado persa; clases donde, después de más de un mes del inicio de curso, aún faltan profesores por colocar, gracias a esa maravillosa gestión de recursos que implica contratar a gente con un tercio de jornada, compartir centro entre distintas localidades o tener a funcionarios con plaza sin colocar) ha propiciado la movilización de la CEAPA.

También el Sindicato de Estudiantes propone tres jornadas de huelga, pero me temo que la mayor parte de nuestros alumnos se tomarán estos días para quedarse en casa en vez de reivindicar sus derechos. Incluido los estudiantes universitarios. Pero no perdamos las esperanzas. Y esperemos que esto sea el inicio de las movilizaciones que nos devuelvan el orgullo de defender una Educación Pública.

Ese orgullo que no comparten algunos compañeros nuestros que encima de haberse cruzado de brazos y haber mirado hacia otro sitio, que encima de no haber secundado las huelgas ni haber participado en las manifestaciones, echan la culpa del incremento de horas laborales (y de todos los males que les consumen) a la Marea Verde, como si hubiera sido eso el desencadenante del endurecimiento de la Administración hacia nosotros. Ese sector de docentes sí que es indecente. Y no se merece estar en el aula, enseñando (qué) a nuestos alumnos.

sábado, octubre 06, 2012

Callejón sin salida

Tres semanas de curso son suficiente como para comprobar los efectos de los recortes. Aunque pueda sonar herético que los profesores nos quejemos de nuestros horarios, lo cierto es que el incremento a 30 horas de permanencia ha vuelto a suponer una carga más que se añade a la subida del curso pasado de las 18 horas a las 20. Los huecos que antes posibilitaban preparar alguna clase, efectuar alguna corrección, descansar después de dos o tres periodos lectivos, ya no existen. Dar cinco clases seguidas es posible, como también sumar dos guardias y tener hasta siete periodos juntos en una sola mañana. En vez de tres semanas desde el inicio parece que llevemos dos meses. Entras y sales de la sala de profesores y vas a una clase, a otra, a una guardia, a otra, sin apenas respiro. Por las tardes, piensas en que con una hora y diez minutos para alcanzar la cifra mágica de las 37,5 horas laborales establecidas para los funcionarios no hay ni para empezar y sobrepasarlas es caer en una trampa en la que la vocación y nuestra profesionalidad nos depara una notable paradoja.

Porque la vida de un profesor es muy fácil. Esa frase te la puede comentar algún compañero, de esos a los que nunca ves con un libro en la mano ni preparando ninguna clase, de esos que cuando salen del instituto terminan su jornada laboral, de esos que dan mala fama al gremio porque se jactan de lo bien que viven y de lo poco que trabajan. Y, como piensan que todos son como él (o ella), decide que sus hijos irán a un colegio concertado o privado, no vaya a ser que se encuentren a alguien como ellos. ¿Hay alguna diferencia entre el profesor que cumple con su trabajo y el que se escaquea o imparte la misma clase que hace veinte años o improvisa sobre la marcha? Ninguna. ¿Eso va a cambiar con la nueva ley, esa cachonda ley que tiene entre sus siglas la 'C' de 'Calidad'? Dejemos la pregunta como retórica y no hablemos del servicio de inspección...

Cada año vemos cómo nuestras condiciones laborales van empeorando, a casi el mismo ritmo que nuestra nómina y que las condiciones de la Educación Pública. Hemos iniciado, no obstante, una empecinada marcha hacia adelante, como si fingir que no pasa nada y como si aguantar hasta que escampe nos traerá alguna solución. 

Esto no ha hecho más que empezar, y cuando se ponga en vigor la nueva ley, veremos más (y peores) consecuencias. No solo es que se eliminen asignaturas (como muy acertadamente reflexiona Fernando o Eduideas) o que se empecinen en segregar (véase en Valles y Cumbres) y encima convenciéndonos de que si mi nene no está al lado del magrebí de turno será mucho mejor, como mejor es la escuela con bilingüismo, como mejor es el Bachillerato de la excelencia. 

¿Qué hacer? ¿Seguir ignorando a ese 70% (tirando por lo bajo) de profesorado que ni secunda huelgas ni acude a manifestaciones y chuparte las tropecientas movilizaciones semanales con el escudo infatigable delante de los ojos? ¿Seguir quemándote viendo cómo el paisaje de camisetas verdes escasea cada vez más? ¿Seguir impugnando horarios ilegales para que en diciembre cambien las leyes y te dejen con el culo al aire y la expresión de estupidez en el rostro?

Se trata de participar o no en una respuesta frente a todas estas agresiones, en extender un modelo de sociedad injusta, clasista e insolidaria o ponerle freno. Sucumbir al fatalismo o aferrarse al clavo ardiendo de la utopía en la que un ejemplo positivo redundará en una reacción por parte de los demás profesores que están sufriendo los mismos retrocesos. Se trata de buscar salidas en un callejón que no tiene escapatorias.

Es difícil no sucumbir al desánimo de ver lo que te rodea. Buena prueba somos el colectivo del profesorado, un sector en teoría preparado, formado y cultivado que no ejerce su labor crítica ni salvaguarda algo que debería ser intocable. Si los profesores, con una carrera a sus espaldas, con el presupuesto de la cultura sobre sus hombros, no suponen ninguna diferencia con el acrítico y pasota ciudadano que pese a lo que está viendo sigue votando al PP (en Galicia sorprendentemente parece que van rumbo a la mayoría absoluta) o con el pasivo e indiferente estudiante de universidad que ha tenido que pagar casi el doble de lo que pagaba y se encoge de hombros y se enchufa sus cascos a los tímpanos, entonces la sociedad está preparada a cualquier rescate externo, a cualquier recorte reprobable, a cualquier medida opresora que justifique cargas policiales y declaraciones inadmisibles de un político, a cualquier corruptela diaria, a cualquier ley retrógrada, a cualquier populismo barato, a cualquier retórica contumaz y hueca. A cualquier locura.