jueves, mayo 02, 2013

Llamémosle desánimo

Se hace muy difícil analizar los motivos de una situación que parece irremediable e irremisible y que sin embargo nos tiene paralizados. Vemos el proceso privatizador cómo avanza sin dudas y no somos capaces de poner ninguna traba. Yo, que estoy dentro y que puedo ver cómo mi desánimo me ha dejado en esta parálisis de la que hablo, no atino a averiguarlo y aunque trato de convencerme a mí mismo que no hago sino como los demás, no por ello dejo de sentirme culpable.

¿Qué fue del movimiento de protesta que se bautizó como la "Marea verde"? ¿Le ha pasado lo mismo a las distintas mareas que se sucedieron posterior o simultáneamente a la nuestra? ¿Es el destino que le espera a la "Marea blanca"? Por una parte, te sientes acorralado, porque ves que por más huelgas o manifestaciones que se produzcan, la línea a seguir por parte de nuestros dirigentes es inflexible. Solo hay que ver el caso que le hacen a los paros o huelgas o lo que sea que hagan los trabajadores del Metro. La lógica del político en este caso está clara, gracias a la táctica del avestruz, que tan salvajemente ha impuesto nuestro televisivo Rajoy, o Señor Plasma, como deberíamos llamarle. Visto que insultarnos (vagos, privilegiados) podía ocasionar más revueltas, han optado por callar y mirar a otro lado. ¿Que quieren hacer huelgas? Que las hagan, que nuestras arcas están necesitadas de dinero para mantener a nuestra horda de Carromeros y demás asesores puestos a dedo. Como mucho, con ese tono pausado, sereno y al borde de la oratoria más menesterosa, se dirá que los profesionales de la educación no saben lo que tienen que hacer, no como ellos, que lo saben, y lo seguirán haciendo, aunque de momento el paro siga subiendo y todo lo que prometieron sea agua de borrajas. Seguro que Merkel estará más contenta. Y vale que bajan en las encuestas, pero un amplio porcentaje de personas les sigue otorgando el voto. Seguro que muchos compañeros nuestros lo seguirán haciendo.

Lo inaudito es que esa táctica de dejar hacer y dejar que nos desgastemos ha resultado la acertada. Nos hemos desinflado de manera aplastante y no hay asomo de reacción por ninguna parte, por más que las enésimas agresiones hayan sido motivo para volver a ponernos en armas, como el ataque indiscriminado al profesorado interino o las medidas para las oposiciones, donde la experiencia del que ha luchado a nuestro lado durante años no sirve para nada. Se ve que esos trienios que hay que pagarles deben de ser un gasto inasumible.

Por no hablar del caso de las fusiones los cierres de centros públicos. Yo que estoy en uno de ellos, donde se puede apreciar que la lógica que se aplica para este proceso tan agresivo y tan nocivo para una ciudad como Móstoles no sigue parámetros económicos o estudios a partir de estadísticas precisas, sino una serie de improvisaciones que obedecen a intereses muy particulares y a un ahorro muy subjetivo, cifrado a largo plazo con los sueldos de profesionales que desaparecerán, porque las obras a corto plazo suponen un gasto inadmisible, lo he visto de cerca. Pues bien, ¿qué panorama creéis que se ha dibujado en mi instituto? ¿Algún tipo de reacción, medidas y acciones constantes para evitar este plan que desmantela la red pública en esta ciudad? ¿Camisetas verdes, asambleas, ánimos en pie de guerra, un frente común formado por padres, profesores, vecinos para conformar una comunidad unida que no puede permitirse la pérdida de recursos de tod@s y para tod@s? Nada de eso. Encogimiento de hombros, cábalas para ver dónde me trasladarán, compañeros de Formación Profesional que miran para otro lado, inmersos en el proceso de adaptarse al sistema dual, otros centros vecinos que empiezan a repartirse las migajas, como cuervos en busca de la carroña, familias que no se cuestionan lo que sucede y que como mucho se lamentarán de los trastornos cuando les toque matricularse y que se quejarán delante del menos indicado.

Si la actitud de los profesores que vivimos de primera mano el efecto de este desmantelamiento es esta, ¿qué se puede esperar de quienes aún confían en que esto no proseguirá y no les tocará a ellos, o de aquel sector de la sociedad que nos ve de lejos de pascuas a ramos? El individualismo en nuestro sector es desesperante. Vivimos en castas y aplicamos a rajatabla la máxima de que a mí no me pasará. Y cuando me ocurra, cuando mi puesto desaparezca, no será porque no ha sido anunciado con estrépito: primero los interinos, luego los nativos irlandeses puestos a dedo, después las concesiones a entidades privadas, más tarde la profesionalización de la dirección de los centros, que podrán elegir un porcentaje amplio del profesorado, la wertiana LOMCE a la vuelta de la esquina con su guadaña...

La respuesta colectiva ha sido la que ha sido. Apenas quedan rescoldos de resistencia en algunos colectivos que tampoco parece que se den cuenta de la situación, demandando respuestas contundentes cuando ni algo más tibio se es capaz de articular de forma conjunta. Los sindicatos siguen aferrados a sus medidas fracasadas, levantándose de mesas de negociación, promoviendo asambleas a las que solo los más irreductibles acuden, proponiendo calendarios de acciones repetitivas que ya han naufragado antes (encierros, concentraciones, cadenas humanas, múltiples manifestaciones, días de la camiseta verde, lazos negros en las solapas, pancartas en las puertas, abracitos infames cuando terminen los encierros...)... Me parece que la única medida razonable que pueden proponer los sindicatos es la que debería hacer el PSOE: dimisión en masa de los principales dirigentes, borrón y cuenta nueva, y a pensar desde los cimientos lo que hay que cambiar para que los trabajadores volvamos a confiar en los que deberían ser nuestros representantes.

Uno puede optar por inmunizarse frente a ese desánimo y pensar que si no te rindes, tu ejemplo cundirá e iniciará una cadena de causa-efecto, pero que venga ese optimista que sea capaz de luchar contra las aspas del molino. Ninguna medida que se pueda proponer parece la idónea y cada vez somos más los que engrosamos las filas de la abulia y de la apatía. Nos enquistamos en nuestra pequeña y agujereada cátedra con nuestras máscaras para tapar la visión y nos imponemos el propósito de impartir nuestros conocimientos a nuestros más inmediatos alumnos, como si las derivadas fueran a suponer la salvación, como si las subordinadas adverbiales fueran a sacarles del pozo del paro, como si distinguir un organismo invertebrado o el nombre exacto de un accidente geográfico les vaya a impedir tener que exiliarse para poder vivir sin depender de sus padres o de sus abuelos.

Y el más que evidente desánimo solo puede espantarse dejando de pensar en el proceso de destrucción, en confiar en que las grietas y los temblores del suelo por donde pisamos aguantarán nuestro peso. Imaginando que sería muy distinto si de una vez nos uniéramos para detener tanto desmán, elaborando alternativas a las huelgas que tanto impacto producen, a las manifestaciones que tanta gente congregan. Imaginando que deberían empezar nuestros alumnos universitarios a ponerlo todo patas arriba, o que los compañeros interinos que todavía quedan formen un frente sólido que espolee a los que están en expectativa de manera más reciente abocados a sustituciones, y que ese movimiento imparable incluso afecte a los fijos de pata negra, o abochorne a los centros mimados por la Consejería de Educación. Imaginando que la ciudadanía tomará conciencia del deterioro de nuesto país y toda la corrupción y toda la ineptitud de nuestros gobernantes les pasará factura y PPPSOE se desplomarán y tendrán que empezar a hacer limpia... 

Pero habrá que imaginar todo eso sin pasarse ni hacerse muchas ilusiones. Pronto acaba el curso 2012-2013 y ya llegará el 2013-2014. Lo mismo esos brotes verdes que algunos iluminados cifran cada año para el siguiente terminan por germinar incluso en la Pública. Yo, de momento, voy a seguir preparando esquemas de literatura para 2º de Bachillerato...