domingo, junio 30, 2013

CERRADO (por acoso y derribo)

Partículas de polvo flotando en suspensión. Armarios vacíos. Estanterías desangeladas. Mesas desnudas. Corchos despojados de papeles, acribillados de chinchetas. Cajones desprovistos de sorpresas. Ecos mudos de pisadas inexistentes. La arquitectura del recuerdo, detonada. Vacío en el departamento de Lengua. Pronto escombros.

Piensas en la nostalgia de eso que aún no se ha ido pero está a punto de perderse para siempre: los colegios en vacaciones son como cementerios. Los parques con columpios vacíos en tardes lluviosas.  La mirada de un niño ingresado en un hospital. Una ventana con barrotes. Las lágrimas desconsoladas de la niña que ha perdido su peluche favorito. Grietas en el techo. Tristes son muchas imágenes que se te vienen a la cabeza, como triste es cerrar (perdón, "reordenar") un instituto. 

Más allá de cerrar una etapa particular (2007-2013), más allá de lo que está por encima de ti y que se inicia (creo recordar) en 1976, más allá de todo eso hay algo peor: la aparente indiferencia por la pérdida de algo tan importante. No se trata de la pérdida de un departamento de lengua. Ni de un instituto (o parte de él). Es algo más profundo, más sobrecogedor, algo por lo que no se ha luchado lo suficiente. Es el final, ese cartel de "cerrado por liquidación", un fracaso colectivo del que he tenido el honor de participar.

Hasta nunca.