sábado, enero 12, 2013

Zona única de libre elección

Ya que Telemadrid está en vías de echar el cierre (habría que revisar estos ERE donde se echa a la plantilla que trabaja y deja libre de la quema a los directivos, los que supuestamente han llevado a la situación actual a la televisión), a la hora de adoctrinar y aborregar tenemos un nuevo medio: la televisión del metro (CanalcamTV), donde en alguna ocasión he visto loar lindezas de los nuevos centros educativos que abre nuestra insigne Comunidad autónoma o, la última, en la que hablaba del último logro (no, no estaba refiriéndose al euro por receta): la zona única de libre elección.

Antes, para desentrañar significados ocultos bastaba con tamizar las palabras: pasabas un plumero por encima y entendías ese vocabulario un tanto afectado o enrevesado que se nos proponía desde instancias superiores. Ahora, en cambio, debes picar con esfuerzo y denuedo, martillear hasta horadar o, en el mejor de los casos, arañar una pequeña parte de esa superficie en la que reside la comprensión de las expresiones. Expresiones como 'zona única de libre elección'.

La trampa está en que ya no existe la retórica (exceptuando el eufemismo). Las nuevas expresiones no parecen palabras complicadas, sino asequibles, diáfanas. Pero no, no lo son. Esconden trampas en las curvas de sus letras, en las terminaciones de cada vocablo, tras los que se esconde un veneno dañino, pernicioso, que oculta unas intenciones para nada tan inicuas como la cara externa de lo pronunciado. Y es que tras el aparente brillo positivo de 'libre' (y más acompañado de 'elección', qué maravilla, qué lujo poder escoger, poder seleccionar, poder manejar el timón de las opciones que se nos presentan), se esconde un territorio yermo, árido, espolvolveado de cenizas. Las connotaciones negativas se agazapan con un machete oxidado, con una dentadura mellada, con el aliento fétido y podrido de nuestros caciquiles dueños o mandamases o dirigentes o incompetentes (cualquier sinónimo vale). La zona única de libre elección supone vía libre a la desleal concertación de centros o, lo que es lo mismo, a la privatización.

Pero tranquilos, siempre nos quedará nuestro smartphone.