Nos tocaba visitar Ifema con motivo de la feria AULA. Era la primera vez que yo personalmente iba.
Un inicio suele manifestar bastantes señales de lo que puede ocurrir después. Lo que bien empieza bien acaba, dice el dicho que nos dice ímplicitamente que lo que mal empieza... Pero no quiero adelantarme. Vayamos juntos hasta el autocar:
Todos los alumnos van entrando y... Demasiados para tan pocos asientos... Un autocar con 55 plazas no está preparado para 59 personas, no...
Llamamos a una de las jefes de estudio (la única competente, añadiría yo, que el hecho de asumir mi marcha me da derecho a ciertas licencias) y la cosa se pudo solucionar (parchear) metiendo a cuatro voluntarios en la partida del día siguiente al mismo sitio con los de bachillerato. No me extenderé en los motivos de esta considerable pifia (una más en este centro...). Prosigamos la crónica.
Poco antes de llegar (un montón de autocares atascados en las inmediaciones después), la orientadora da unas pocas instrucciones: vamos todos juntos hasta el expositor de los ciclos formativos y luego ya cada uno por libre según sus intereses.
Entramos juntos. Entramos y es difícil describir la cantidad de personas metidas en aquel recinto. Tratad de imaginar a la mitad de los alumnos de la comunidad de Madrid que cursan desde 4º de la ESO hasta 2º de Bachillerato juntos y revueltos allí. Una concentración comparable a una multitudinaria manifestación, ya que son apenas cinco días para todos los centros y encima el día anterior hubo huelga y nos juntamos todavía más gente de la que cabría esperar.
El mayor temor de un profesor cuando sale de excursión con sus alumnos es perder a alguno de ellos. Pues bien, puedo jactarme de que eso a mí no me ha pasado...
... ¡Yo perdí a todos!
Todo sucede muy rápido: varios alumnos encabezan la marcha. Paso a paso se van desgajando. unos de otros. Yo estoy un poco agobiado por el mogollón que nos depara el panorama. Cuando me quiero dar la vuelta, no veo a nadie detrás. Giro a la derecha y tampoco veo a los que tenía delante. Así que, como decía, había perdido a todos mis alumnos...
(Bueno, vale, me habéis pillado. Si perdí a todos mis alumnos, quizás, y sólo quizás, signifique eso que el que se perdió fui YO... Creo que tratar de encubrir este hecho iba a ser difícil y aunque me parezca demasiado ridículo no me queda más remedio si ahora tengo que decir que me pasé una hora y media dando vueltas en busca de mis compañeros...).
Más adelante abandoné al menos la sensación de agobio y me lo tomé con calma. Visité varios expositores, recogí folletos, algunos alumnos que me acogían y acompañaban un rato y al final localicé el punto de entrada, que sería también el de salida. Tampoco acabó tan mal la cosa.
Un inicio suele manifestar bastantes señales de lo que puede ocurrir después. Lo que bien empieza bien acaba, dice el dicho que nos dice ímplicitamente que lo que mal empieza... Pero no quiero adelantarme. Vayamos juntos hasta el autocar:
Todos los alumnos van entrando y... Demasiados para tan pocos asientos... Un autocar con 55 plazas no está preparado para 59 personas, no...
Llamamos a una de las jefes de estudio (la única competente, añadiría yo, que el hecho de asumir mi marcha me da derecho a ciertas licencias) y la cosa se pudo solucionar (parchear) metiendo a cuatro voluntarios en la partida del día siguiente al mismo sitio con los de bachillerato. No me extenderé en los motivos de esta considerable pifia (una más en este centro...). Prosigamos la crónica.
Poco antes de llegar (un montón de autocares atascados en las inmediaciones después), la orientadora da unas pocas instrucciones: vamos todos juntos hasta el expositor de los ciclos formativos y luego ya cada uno por libre según sus intereses.
Entramos juntos. Entramos y es difícil describir la cantidad de personas metidas en aquel recinto. Tratad de imaginar a la mitad de los alumnos de la comunidad de Madrid que cursan desde 4º de la ESO hasta 2º de Bachillerato juntos y revueltos allí. Una concentración comparable a una multitudinaria manifestación, ya que son apenas cinco días para todos los centros y encima el día anterior hubo huelga y nos juntamos todavía más gente de la que cabría esperar.
El mayor temor de un profesor cuando sale de excursión con sus alumnos es perder a alguno de ellos. Pues bien, puedo jactarme de que eso a mí no me ha pasado...
... ¡Yo perdí a todos!
Todo sucede muy rápido: varios alumnos encabezan la marcha. Paso a paso se van desgajando. unos de otros. Yo estoy un poco agobiado por el mogollón que nos depara el panorama. Cuando me quiero dar la vuelta, no veo a nadie detrás. Giro a la derecha y tampoco veo a los que tenía delante. Así que, como decía, había perdido a todos mis alumnos...
(Bueno, vale, me habéis pillado. Si perdí a todos mis alumnos, quizás, y sólo quizás, signifique eso que el que se perdió fui YO... Creo que tratar de encubrir este hecho iba a ser difícil y aunque me parezca demasiado ridículo no me queda más remedio si ahora tengo que decir que me pasé una hora y media dando vueltas en busca de mis compañeros...).
Más adelante abandoné al menos la sensación de agobio y me lo tomé con calma. Visité varios expositores, recogí folletos, algunos alumnos que me acogían y acompañaban un rato y al final localicé el punto de entrada, que sería también el de salida. Tampoco acabó tan mal la cosa.
3 comentarios:
jajajajaja Imagino tu cara, Juli... Creo que yo nunca seré capaz de llevar a mis futuros alumnos de excursión (con lo despistada que soy...), y no pienso hacerlo de forma voluntaria...
Un abrazo, Inma.
Qué feo lo que te pasó!!! Muy estresante. Menos mal que al final todo salió bien.
Besitos Juliiii!
Yo también puedo jactarme de que durante mi época de alumna (que ahora que lo pienso fueron un montón de años) nunca, y digo NUNCA, he perdido a un profesor en una excursión!
Mira que son malos tus alumnos eh? para qué van si no es para cuidarte y vigilarte?
¡Así nos va a la sanidad... digooooo... a la educación en este país!
Beso.
Publicar un comentario