sábado, agosto 29, 2009

158. Piezas de ocio (VI). Libros (y III)

He dejado para el final a mis dos grandes referencias hoy por hoy: uno por esos argumentos tan peculiares y adictivos; otro por su particular construcción narrativa a base de frecuentes digresiones.

La última novela de Auster que he leído es Brooklyn Follies, en la que el narrador y protagonista principal, Nathan Glass, es el típico personaje austeriano salido de una enfermedad terminal que redescubre algo, en este caso las ganas por comenzar a vivir.

Me costaría tener que elegir alguna de sus novelas. Un cierto parecido estructural -en la que suele darse una situación inesperada que agita la decadencia del personaje principal y lo obliga a cambiar su trayectoria, deparándole un sinfín de peripecias que lo modifican por completo- y temático -azar, soledad, identidad, enigma, el relato dentro del relato-, así como la recurrente presencia de Nueva York, hacen que todas ellan respondan a un similar universo narrativo en el que se mezclan a partes iguales realidad y ficción.

Me inicié en él con El libro de las ilusiones, al que siguieron Tombuctú, La invención de la soledad (una especie de autobiografía), La música del azar, La noche del oráculo, Un hombre en la oscuridad (la última publicada), Viajes por el scriptorium y, próximamente, El palacio de la luna.

Aún me quedan unos cuantos títulos por leer, afortunadamente, aunque me voy a parar un poco más con La Trilogía de Nueva York quizá por aquello de que puede ser una buena toma de contacto por su brevedad para quienes aún no han leído nada de él, ya que condensa lo mejor de su estilo en las tres prodigiosas novelas cortas que lo componen: Ciudad de cristal, Fantasmas, La habitación cerrada. Suele ocurrir con este autor que o se le adora o se le acaba aborreciendo y por si resultas uno de estos últimos, así te ahorras cientos de páginas.

El primer relato (Ciudad de cristal), comienza con una llamada de teléfono al escritor de novelas de misterio Quinn (firmadas con el seudónimo William Wilson, como el personaje de Poe) de alguien que pregunta por el detective Paul Auster. No sigo. Si el inicio es sorprendente, lo que resta no le va a la zaga.

En el segundo relato (Fantasmas), alguien encarga un caso a un detective. Ese alguien es anónimo y se lo encarga a un detective también anónimo. Y el caso consiste en seguir los pasos de un tercer hombre también anónimo, cuya única actividad parece ser escribir un manuscrito frente a una ventana. Ninguno tiene nombre, sólo "color". Uno es Azul, otro Negro y otro es Blanco.

El tercer relato (La habitación cerrada) empieza con dos viejos amigos escritores, uno de los cuales ha desaparecido dejando atrás mujer e hijo. Un detective lo ha buscado inútilmente. Y el amigo protagonista recibe el encargo de ocuparse de la posible publicación de los manuscritos de su viejo amigo, así como de su mujer y de su hijo.

Javier Marías es otro autor que suele concitar afinidades y repulsas (buscando sobre él me he encontrado este demoledor trabajo titulado "Javier Marías, una estafa editorial") por partes iguales, aunque predominan los que piensan en la maestría de su narrativa, situándolo como uno de los referentes de su generación. No puede ser menos si hablamos de obras tan interesantes como Todas las almas, Mañana en la batalla piensa en mí, El hombre sentimental, Negra espalda del tiempo o Corazón tan blanco, por no hablar de sus libros de relatos (Cuando fui mortal, Mientras ellas duermen) y sus artículos (Literatura y fantasma).

Tal vez no resulta muy atractivo para los que acostumbran a seguir una historia sin más, ya que en su estilo característico no sólo importa la historia que se cuenta sino también cómo se cuenta, realzando el discurso: se trata la suya de una novela reflexiva, con multitud de digresiones y reflexiones, tanto o más importantes que la anécdota central que vertebra el texto.

Como Auster, su novela repite una serie de premisas: un narrador en primera persona reflexiona sobre su pasado (la disposición de sus novelas depende muchas veces de las azarosas conexiones que se producen en la memoria del narrador, quien no cesa de encontrar paralelismos y asociaciones entre unos hechos y otros); temas repetidos como el poder de las palabras, el pasado como elemento turbador del presente, el misterio que rodea a lo cotidiano, la mezcla entre lo real y lo ficticio...

Y me dejo para el final la culminación de su narrativa: Tu rostro mañana, compuesto de tres volúmenes: Fiebre y lanza, Baile y sueño y Veneno y sombra y adiós (pendiente para este verano). Durante 1600 páginas se desarrolla el siguiente argumento:

Jaime (o Jacobo o Jacques) Deza, personaje de Todas las almas, acaba de separarse de su mujer y para no estorbarla en el proceso de acostumbrarse a la decisión que ha tomado, se marcha a vivir a Inglaterra, donde ya había estado un par de años dando clases. De aquel tiempo sólo queda el profesor retirado Peter Wheeler, que le pondrá en contacto con un personaje inquietante, Bertram Tupra, al mando de una organización secreta del MI5. Y es que Jacobo tiene la capacidad de ver en el interior de las personas, de captar, a través de sus palabras, de sus gestos, de sus comportamientos, cómo será su “rostro mañana”. Aparte de esta trama principal, hay algo más, un tributo de Javier Marías a la realidad. Wheeler, y Juan Deza (el padre de Jacobo) son, en realidad, Sir Peter Russell y el padre del autor, Julián Marías. De ambos toma prestadas sus memorias y lo utiliza para reflexionar.

La primera parte empieza así: «No debería uno contar nunca nada, ni dar datos, ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jamás han existido ni pisado la tierra ni cruzado el mundo, o que sí pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido». En la segunda: «Ojalá nunca nadie nos pidiera nada, ni casi nos preguntara, ningún consejo ni favor ni préstamo, ni el de la atención siquiera ... Ojalá nadie se nos acercara a decirnos "Por favor", u "Oye, ¿tú sabes?", "Oye, ¿tú podrías decirme?", "Oye, es que quiero pedirte: una recomendación, un dato, un parecer, una mano, dinero, una intercesión, o consuelo, una gracia, que me guardes este secreto o que cambies por mí y seas otro, o que por mí traiciones y mientas o calles y así me salves".» Y no copio como empieza la tercera porque aún no la he comenzado, pero seguro que es igualmente fascinante.

1 comentario:

amelche dijo...

No me digas que es tu cumpleaños también hoy, que me has llamado "tocaya de cumpleaños". ¿O es porque hoy empiezas el curso también? Yo empiezo el curso, un año más de mi vida... Yo todo el 1 de septiembre.

Ya leeré tus recomendaciones literarias otro día, que aún tengo una pila de exámenes por corregir... (¡Vaya cumpleaños, trabajando como una negra!)