El martes a eso de la una de la madrugada por fin se puso punto final al viaje de estudios, que ha salido estupendamente, climatología incluida. Apenas cuatro horas después estaba sonando mi despertador porque tenía clase a primera hora y no había existido ningún detalle por parte del director para quedarnos en casita a descansar después de varios días sin pegar ojo (bueno, exagero, la verdad es que he dormido bastante más de lo que se presupone en un viaje, aunque no tanto como mi compañera N., madre de tres hijos pequeños, para la cual dicho viaje ha sido como una cura de sueño, no escuchaba nada de lo que ocurría y se levantaba como una rosa), sobre todo teniendo en cuenta que encima nos chuparíamos las evaluaciones...

Los más de 50 chicos se han portado estupendamente, han sido puntuales, respetuosos, muy cercanos y cariñosos, han tenido algunos de ellos inquietudes culturales, y, sobre todo, han disfrutado un montón. Los muy capullos, eso sí, resucitaban cuando se ponía el sol: de día, durante las caminatas escuchabas aquello de "Estoy muerto" y se quejaban de los pateos, pero era oscurecer y recargarse sus pilas. Algunos me reconocían haber dormido en los seis días no más de ocho horas, y eso contando los viajes de autocar.

No todo ha sido perfecto, eso sí, como la bronca en Florencia porque se habían desmandado una noche; tuvimos que conocer el sistema hospitalario italiano (la primera visita es gratuita, pero luego te clavan; y los médicos, claro, te inducen a esa segunda visita que tú presupones de seguimiento cuando es un asunto meramente económico) (no fue nada grave) y algún cotilleo que otro que me confiaron; por no hablar que casi me dejo el billete de vuelta en los servicios de Fiumicino...
Pese al cansancio, lo bueno es que hoy hemos entregado las notas y toca descansar.
Los más de 50 chicos se han portado estupendamente, han sido puntuales, respetuosos, muy cercanos y cariñosos, han tenido algunos de ellos inquietudes culturales, y, sobre todo, han disfrutado un montón. Los muy capullos, eso sí, resucitaban cuando se ponía el sol: de día, durante las caminatas escuchabas aquello de "Estoy muerto" y se quejaban de los pateos, pero era oscurecer y recargarse sus pilas. Algunos me reconocían haber dormido en los seis días no más de ocho horas, y eso contando los viajes de autocar.
No todo ha sido perfecto, eso sí, como la bronca en Florencia porque se habían desmandado una noche; tuvimos que conocer el sistema hospitalario italiano (la primera visita es gratuita, pero luego te clavan; y los médicos, claro, te inducen a esa segunda visita que tú presupones de seguimiento cuando es un asunto meramente económico) (no fue nada grave) y algún cotilleo que otro que me confiaron; por no hablar que casi me dejo el billete de vuelta en los servicios de Fiumicino...
Pese al cansancio, lo bueno es que hoy hemos entregado las notas y toca descansar.